Si consideramos al piropo como un madrigal de urgencia, bien podemos decir que el nuevo día alumbra todo un poema, preñado de luz y de verismo.En efecto, amanece y los primeros sonidos nos vuelven a la realidad. Sumergidos hace un rato en la oscuridad de la noche, soñábamos sus falsas estrellas, los guiños y parpadeos de sus luceros increíbles. Sombras falsas y susurros. Promesas falaces que la penumbra invita a decir sin pizca de rubor.Más veraces, despacito, avecillas encantadas inundan de trinos el jardín próximo, jocosa algarabía por la vida nueva, el obsequio renacido. Su aleteo empuja las nubecillas más trasnochadoras, las aventa con la fragilidad de lo ingenuo y las aclara hasta romperlas en un grifo ideal que nos refresca con el sirimiri silencioso. Resbalan como lágrimas de flor, las gotas del rocío. Deleitosas.Un triunfal trompeteo después, abre la veda. Comienza ya la nueva cacería, la de hoy, y los unos y los otros despliegan estrategias y energías para hallar la novísima inquietud, escudriñar el horizonte distinto, la palpitación diversa, el nuevo amor ó la vetusta esperanza. En definitiva, el ideal no estrenado, no alcanzado. Si perseguido.Cuando las sombras se acurrucan bajo los árboles, repasamos en este día, deshojándolas, palabras del divino Tagore: "QUE EL SOL DE SU AMOR BESE LAS CIMAS DE MIS PENSAMIENTOS Y SE ATARDE EN EL VALLE DE MI VIDA...".Unos y otros cerramos el breve ciclo de la jornada con nuevos sueños, renovados ideales. Sublime esfuerzo el de la vida, que nos purifica y reanima día tras día.Dice el sabio que solamente el que ama puede castigar. Y uno se queda pensativo pues no sabe discernir si tan solo duelen las ofensas de los que amamos, ó si solo existen los castigos desamor ó si es que la ausencia absoluta de amor es el más cruel de los castigos.Verdaderamente la luz de este día no me deja ver los entresijos de ningún castigo. Porqué vivir hoy ha sido un privilegio muy grande que no quiero ensombrecer ahora, cuando llega la noche con sus velos y lutos.Ya los murciélagos chillan, hasta espantarlo, al dorado crepúsculo que todo lo enmudece, aunque lo llene de sonrojo antes. Postrer regalo del día nuevo.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.
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