miércoles, 5 de agosto de 2009

PONTEVEDRA EN FIESTAS:
Decir La Peregrina es hablar de conmemoración y de regocijo, es disfrutar de una Pontevedra en toda su dimensión. La ciudad en estas fechas se viste de gala, desprende vitalidad, huele a fiesta grande, a concierto, a traje nuevo, nos trae el entrañable olor de los amigos que la visitan en días tan señalados. Las terrazas y los bares atestados de gentes van dejando un rastro de contagiosos olores y perfumes de una ciudad que se brinda y se abre al forastero, y que ella misma con toda su alma ciudadana, se vuelca en la calle para expresar su alegría y honrar festivamente a su patrona.

La fiesta taurina forma parte de un amplio conjunto de actividades programadas para solaz de oriundos y foráneos. Los carteles son auténticamente de lujo. Desde los confines de los más recónditos rincones de la geografía española, el "tirón" de un portento de la tauromaquia, José Tomás, atrae hasta aquí incluso hasta los más recalcitrantes sedentarios. Las gentes del toro de Madrid, de Valencia, de Sevilla, de Murcia, de Barcelona y de los puntos más dispares y lejanos, se dejan ver por estas Ferias que ya son significativas en el calendario taurino. Las señoras lucen su palmito y sus mejores galas. Las peñas taurinas lo inundan todo de colorido, de música, de charanga, de un humor sano y al mismo tiempo contagioso. Todo está dispuesto para la función. Las miradas expectantes y escudriñándolo todo, las pupilas dilatadas. El corazón quiere salirse del pecho esperando que la magia se haga realidad. La plaza a rebosar, no cabe ni un alfiler. La expectación toma vida en cuanto aparece en el ruedo el "mito de Galapagar", cuando con parsimoniosa maestría extiende los vuelos de su capote sobre la arena que lo vió triunfar tantas y tantas tardes. Como siempre, él lo pone todo de su parte, después el que manda es el toro, y en esta ocasión el astado ha dicho que no, que se negaba a ser un trofeo más en la exitosa carrera del maestro madrileño. Algunos reniegan decepcionados, los que más, otros los que somos más conformistas no queremos empañar la dicha de lo que fue ansiada esperanza con la tristeza de una realidad decepcionante. ¡Que le vamos hacer!. Si Dios quiere, y seguro que querrá, el año que viene habrá más, de eso no me cabe la menor duda. Con toda seguridad entonces la coqueta plaza pontevedresa olerá a verónicas y naturales de ensueño, la quietud del "monstruo" transmitirá angustia y miedo a los tendidos, y al final las gargantas estallarán en olés y las palmas de las manos enrojecerán de fervorosos y merecidos aplausos. Solo falta un año para saborear el éxito grande, éxito del bueno, del de verdad, como dicen los toreros. ¿Qué es un año?; un soplo, está ahí a la vuelta de la esquina, en cuanto nos descuidemos ya estamos de nuevo en Pontevedra, esta ciudad que alguien con gran acierto la denominó "la bella desconocida", y a fe que acertó de pleno con el calificativo. Pienso que no sería de justicia olvidarnos de Sebastián Castella, auténtico triunfador de la tarde en la que cortó una oreja a cada uno de los toros de su lote, pagando con sangre los merecidos apéndices, que le impidieron salir a hombros por tener que ponerse en manos de los galenos de la plaza. Javier Conde abría plaza, cortando una oreja a su primero, en una faena que puso de manifiesto la generosidad del público pontevedrés. Según me han informado, quería, es más exigía que en el segundo le gratificaran con el mismo trofeo; eso no Javier, una oreja pueden regalártela, la segunda hay que ganársela a pulso y demostrando que uno es un torero de verdad y no un "chipichanga" cualquiera. ¡Hasta ahí podíamos llegar!.
Antes de la corrida en el Restaurante Román, nos gratificaron, y de que manera, con las más exquisitas excelencias culinarias que ofrece esta bendita tierra gallega. Marta, Perlita, Juan, Ramón, Pablo y su señora y el que suscribe disfrutamos del ágape, así como de una sobremesa y de una velada inolvidable. Y desde allí a los toros. A donde sino.
Por la noche, en esta ocasión solo Marta, Ramón, Manolo y yo, en el humilde y entrañable marco del restaurante Casa Durán, antigua "Porcona", Manoliño el dueño y Bety su mano derecha a la que denomina "maestra de ceremonias", nos hicieron los honores y nos transportaron a un verdadero aquelarre de mariscos previamente encargado con verdadero mimo el día anterior. Los precios a niveles de Mac Donald ó Burger King, de verdad que si. Ver para creer. Lamenta el amigo Manoliño no tener clavada la pizarra en la pared de la fachada como sería pertinente, con el menú que ofrece a diario al módico precio de 9 euros, pero con su sorna y su retranca gallegas, nos dice que siempre que la coloca aparece algún "coñón" que delante del 9 le pone un 1 ó un 2, y esas cifras le espantan a la clientela. ¡Ni aún así Manoliño, ni aún así, como se van a espantar con los precios y la calidad que ofreces!.
De regreso al hotel no salíamos del asombro haciendo cábalas de lo que habíamos pagado, 150 euros por cuatro personas con el siguiente despliegue, anótenlo y díganme si es ó no un verdadero a increíble "chollo", de lo que ya no creo que se encuentre en ningún sitio: Almejas al natural para aburrir, (vamos que se llevó a la cocina casi la mitad de ellas), percebes a tutiplén, (no dejamos ni rastro), cigalas de Marín, de esas pequeñas que saben a gloria, a 7 u 8 ejemplares por barba, (se resistieron un poco pero al final cayeron todas), pimientos de Padrón, que encima no picaba ni uno, huevos fritos de corral de verdad y un pescado llamado San Martiño que no se de que forma lo prepararon pero que estaba realmente exquisito; eso si todo bien regado con un vino de Albariño y 2 ó 3 cervezas, amén de los correspondientes cafés y chupitos de aguardiente sin límite alguno, prolongaron la cena hasta bien entrada la medianoche. ¡Ahí queda eso, ahora que venga alguien y lo mejore!. ¿Es posible?, lo dudo mucho.
Dormimos como benditos y al día siguiente otro almuerzo en el mismo lugar, otro buen yantar y a precios del mismo corte. A continuación nuevamente a los toros. Otro cartel de lujo, (Espartaco, Enrique Ponce y Morante de la Puebla). Los Hermanos Lozano, empresa y propietarios de la plaza, de verdad que echan el resto en Pontevedra, vaya que si. Espartaco reaparecía en esta plaza después de bastantes años ausente, estuvo aseadito y como siempre pone una sonrisa y un gran empeño en todo lo que hace, el público de Pontevedra le premió con tres orejas. Enrique Ponce, sacó su amplio repertorio, que lo tiene, y estuvo más torero que nunca, otras tres orejas para el valenciano, y muy "requetebién" merecidas, y eso que yo no soy un gran admirador suyo. A Morante de la Puebla, le correspondió el peor de los lotes, y aunque se le vió con interés era materialmente imposible hacerle una faena a ninguno de los toros que le cayeron en suerte; aunque en mi opinión se estiró en dos muletazos que inundaron la plaza de ese aroma que dejan en el aire las pinceladas que se dan con sentimiento y con arte. Espartaco y Ponce por la puerta grande, y Morante a esperar que el año que viene tenga más suerte en el sorteo. Seguro que si.
Un paseo nocturno por la ciudad antigua, esmeradamente cuidada e iluminada, nos permite admirar evocadores recuerdos en bronce de algunos de los más notables personajes de la brillante vida cultural gallega de antaño, (Castelao, Paz Andrade, Bóveda, Cabanillas, Quiroga, Valle Inclán, etc.).

Impertérritos ante cualquier inclemencia, siguen dándonos lecciones con su metálica presencia, de un civismo que pocas ciudades han sabido asimilar con tanto estilo y personalidad como lo ha sabido hacer Pontevedra.
Con los primeros rayos de sol de la mañana del lunes, dejamos esta entrañable ciudad, con parsimonia, sin prisas, como queriendo embriagarnos con el último sabor de su mar y de sus gentes y con la esperanza de volver a ella a la menor oportunidad que se nos presente. Pontevedra cala hondo en el corazón de los visitantes y nos deja prendados de su carácter vivo y pujante, y al mismo tiempo nos inunda con esa "morriña" gallega que solo esta tierra es capaz de generar. Adiós Pontevedra, hasta siempre.

Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.

2 comentarios:

marta dijo...

Luisiño:
los alli presentes Marta y Ramon damos fé de que así es Pontevedra y así fue la cena en casa Duran, pero si bien el menu se puede describir ni los sabores, ni lo divertido ni entrañable del lugary de los personajes pueden expresarse por escrito.

Y si Dios quiere ¡a la Peregrina el año que viene!

Luis Yañez Abelaira dijo...

Que bonita es Pontevedra y que poca publicidad se hace de ella. Todos los elogios se los llevan Santiago, La Coruña, Vigo y Pontevedra nada de nada, cuando como ciudad todo el que viene a ella se va encantado. Gracias por glosar las cosas buenss de Pontevedra, entre ellas los toros, que aunque no soy aficionado, se que son magníficas corridas las que se celebran aqui. Anxo. Bueu.