jueves, 13 de agosto de 2009

SEGOVIA. MIS VIAJES POR ESPAÑA.

Soy de la opinión que las cosas como mejor salen en lo que a viajes de un solo día respecta, son aquellos que se llevan a cabo sin pensárselo mucho, casi diría que sin organización previa de ningún tipo, eso si eligiendo con mucho cuidado al compañero ideal, y cuando me refiero al tipo de compañía, quiero decir que sea alguien que participe de las mismas o similares inquietudes culturales con las que uno mismo disfruta, se interese por cualquier cosa que surja sin preparación alguna y se entusiasme con pequeñeces en las que en muchas ocasiones uno encuentra verdaderas maravillas que hacen que la jornada resulte de lo más placentera.



Nunca uno debe hacer un viaje con personas que todo lo ven negativo, que se aburren permanentemente y lo que es peor, son incapaces de asombrarse ante las continuas maravillas que la naturaleza o la mano del hombre te ponen premeditada o furtivamente a tu alcance, enfrente de uno mismo, para solaz y divertimento del que quiere y está predispuesto a disfrutarlas con los cinco sentidos; sino es preferible viajar solo, sin "cataplasmas" que te amarguen el día y te estén dando el "coñazo" durante toda la jornada. Como decía mi buen amigo David Pérez: "Llevándose bien con uno mismo, es como mejor se viaja", y que razón tenía.
El día 7 de Agosto por la mañana, mi querido amigo Miguel Rosillo me pregunta si tengo algún compromiso para almorzar juntos, le respondo que lo que hoy realmente me apetece es ir a Segovia, ya que quiero ver entre otras cosas la iglesia de la Vera Cruz, la Catedral, el Acueducto y el Sinodal de Águila fuente, amén de admirar de paso otros monumentos que esta ciudad te ofrece sorprendentemente en cualquiera de sus muchos y maravillosos rincones que en ella existen. El programa le parece atractivo y se apunta al viaje.
Salimos sobre las once y media, y como no teníamos prisa alguna, en vez de irnos con esas urgencias que a la mayoría de los mortales le angustian, y van aprovechando autopistas y vías rápidas para ir a toda velocidad, y llegar cuanto antes, sin saber para qué, nos fuimos por el puerto de Navacerrada con toda la parsimonia del mundo, bajando por las "siete revueltas", que en cada vertiente de la carretera te van ofreciendo un paisaje con esos pinos de Balsaín de fondo, que encuadran y perfilan auténticas postales de una belleza fuera de lo común.
Tardamos en llegar a Segovia, lo que tardamos, sin mirar el reloj, y una vez allí nos pusimos a caminar por la Calle Cervantes en dirección a la Plaza Mayor, y un poco antes de llegar al Mirador de la Canaleja, desde donde se puede admirar el famoso monte denominado la "Mujer Muerta", estuvimos durante un buen rato escuchando a una pareja de jóvenes, creo que de los países del Este, interpretar con violín y violonchelo unas "czardas de Monti" como pocas veces las he oído, lo que se dice francamente bien, y lo digo así porque no es fácil oír a unos músicos callejeros hacerlo con tanta categoría como lo hacían estos dos chicos. Esta es una de las sorpresas que te ofrece la vida cuando uno va en plan positivo y con las meninges abiertas para captar todo lo que se pueda; a veces no hace falta ir al auditorio para regalarse por sorpresa unos minutos musicales extraordinarios.





Nos detenemos para admirar la fachada de la Casa de los Picos, una famosa mansión segoviana de estilo renacentista, del siglo XV, que en su día fue casa de nobles y hoy alberga la Escuela de Arte de Segovia.






Continuamos hasta la Iglesia de San Martín que data del siglo XII, en estilos mozárabe, románico-mudéjar y románico, deteniéndonos un buen rato admirando este bello y emblemático monumento. Por la calle de Juan Bravo aligeramos el paso hasta la Plaza Mayor, corazón de la ciudad, conformada por construcciones de los siglos XIX y XX, por el Ayuntamiento, la Iglesia de San Miguel y por la majestuosa Catedral de estilo gótico tardío pero con una concepción estética de su época del más puro estilo renacentista, que fue levantada en el siglo XVI con la ayuda privada del pueblo de Segovia, bajo advocación de Santa María y de San Frutos patrón de la ciudad, después de que la anterior fuese destruida durante la Guerra de las Comunidades en el conflicto que tuvo Carlos I con los Comuneros de Castilla. El interior de la Catedral tiene unas proporciones extraordinarias en la que se pueden admirar 20 capillas con obras de Gregorio Fernández, Manuel de Pereira, Juan de Juni y otros más, así como excelentes pinturas, la Sala Capitular con un precioso artesonado y una magnífica colección de tapices flamencos, el Claustro obra de Juan Guas donde se respira una paz y una tranquilidad que te invitan a la reflexión, y el Coro de estilo gótico con dos órganos construidos por famosos organeros, ponen punto final a nuestra visita a esta Catedral que sin duda alguna forma parte de ese conjunto monumental español que tanta importancia tiene para todos aquellos que sepan apreciarlo. Sin entrar en comparaciones, que siempre son odiosas, la Catedral de Segovia es de una belleza inusitada y de una estética difícilmente igualable.
Son las tres y media y procede reponer fuerzas para seguir nuestra andadura turística, así que nos vamos al afamado restaurante Duque, y mano a mano Miguel y yo nos metemos entre pecho y espalda un almuerzo realmente importante, haciendo buena la fama de esta ciudad en lo que al arte del buen yantar se refiere.






Son las cinco y cuarto de la tarde y sin dilación alguna nos dirigimos a la iglesia de la Vera Cruz situada en el arrabal de Zamarramala de la ciudad de Segovia, construida en el siglo XIII, según consta en una lápida en el edículo frente a la puerta lateral, (IDUS DE ABRIL, ERA DE 1246). El estilo es románico, aunque en su construcción se apuntan detalles que dan la impresión de que el gótico empieza a nacer, pero si tenemos que definir de alguna forma su estilo, hay que definirlo como "románico". De un tiempo a esta parte se especula y se quiere atribuir la construcción de esta iglesia a la Orden del Santo Sepulcro, cuando de siempre se ha mantenido la teoría de que era puramente templaria, y además un templo de iniciación de esta Orden. Las formas constructivas son las habituales que utilizaron los Templarios y otras órdenes en su etapa en Palestina, sobre todo en las formas similares a las de la Mezquita de la Roca que fue precisamente la sede de su primera andadura de la Orden del Temple en Jerusalén. El edificio en si no tiene desperdicio de ningún tipo, es una verdadera maravilla, donde uno puede estar todo el día observándolo sin cansarse. La planta es dodecágona, formada por ocho lados, más el de la entrada a la Capilla del Lignum Crucis y los tres ábsides, que suman un total de doce. La puerta oeste, la principal, que coincide con el eje del ábside tiene un tímpano liso y cuatro arquivoltas decoradas y descansando sobre columnas con capiteles historiados. La puerta lateral con arco de medio punto, sin tímpano, arquivoltas sin decoración y capiteles decorados con motivos vegetales. La Torre de planta cuadrada con dos ventanas en cada lado. La Capilla del Lignum Crucis bajo la torre, en la que se dice se veneró una reliquia de la cruz de Cristo, que hoy se encuentra en la iglesia de Zamarramala. En el siglo XVI se construyó una hornacina cuando la iglesia estaba bajo el control de la Orden del Santo Sepulcro, en la que se esculpen escudos de los Comendadores de la Orden, en mi opinión por esta razón es por la que hoy se quiere atribuir a esta Orden la construcción y la autoría de esta iglesia, claro en aquella época llevaba la Orden del Temple dos siglos en desgracia. Los ábsides orientados al Este, son tres: El ábside central en el que se haya una talla de Cristo en la Cruz del siglo XIII. El ábside lateral derecho, una talla románica en piedra de la Virgen de la Paz, también del siglo XIII. El ábside lateral izquierdo, con una copia de una talla de San Juan Bautista, patrono de la Orden de Malta, y la capilla del sagrario.

El edículo de dos pisos, con ocho lados y cuatro accesos en la parte baja sobre el que gira toda la iglesia, a la parte alta se sube por dos escaleras laterales y en ella se encuentra un altar de estilo mudéjar bajo una cúpula califal. Se supone que en esta planta superior se velaban armas una vez eran ungidos caballeros, típico de la Orden del Temple, y en la planta baja posiblemente se utilizase para actos penitenciales. Nos llevó un buen rato la visita a esta magnifica iglesia, y una pequeña discusión, eso si en buen tono, con un señor que no se si era guía, clérigo o aficionado, que aseguraba que la iglesia era de la Orden del Santo Sepulcro y que no había más que discutir, que así se lo habían enseñado a él y no tenía porque aceptar ninguna otra hipótesis; ante esta postura le argumenté otras teorías que justificaron durante setecientos años que la iglesia era puramente templaria, pero erre que erre el buen señor mantenía la tesis que le habían incrustado en la mente a martillazo limpio, y no admitía otros argumentos que se apartaran de lo que él consideraba ortodoxo. Pues muy bien señor mío, siga usted con sus teorías y no las contraste con otras que pueden ser tan válidas como las suyas, haya usted; a veces la heterodoxia nos acerca más a la verdad que el radicalismo del dogma.







En una terraza bajo ese magnífico e incomparable Acueducto de Segovia, posiblemente el monumento romano mejor conservado de toda España, nos tomamos un refresco y echamos un último vistazo a la ciudad con la satisfacción de haber vivido un día extraordinario a la sombra de la monumentalidad de una urbe como Segovia, sin duda alguna una de las más singulares y bellas ciudades españolas. Dejamos pendiente para otra ocasión el Sinodal de Águila fuente hoy nos ha resultado materialmente imposible visitarlo. Y para mi un día completo de verdad ya que además he podido departir con mi amigo Miguel unas horas agradables, como prueba de una amistad que nos une desde hace más de cuarenta años.
Por: Luís Yáñez Abelaira.

1 comentario:

Luis Yañez Abelaira dijo...

Interesantes los comentarios sobre mi ciudad que yo creía conoccer bien, pero veo que siempre hay alguien que te ilustra con cosas que a mi me habían pasado desapercibidas. Manuela. Segovia