sábado, 31 de enero de 2009

PUEBLA DE TRIVES, MI PUEBLO.

Puebla de Trives, mi querido Trives, pueblo natal donde me dejé a jirones intensamente vividos los años de mi niñez y juventud, y que si mil años viviera, jamás los podría borrar de mi mente; años cargados de vida, de carencias, a veces de abundancias, las menos, años cargados de todo y de nada. Años dulces, dulces años...
Pues bien, hay quien dice que Trives ha sacudido su marasmo secular, que ha perdido su encanto de antaño, que lleva camino de convertirse en otro pueblo distinto, tal vez acorde con la era que vivimos, posiblemente motivado por las circunstancias imprevisibles de los nuevos tiempos; ¿y que tiempos son estos?, ¿son acaso mejores que los que yo he vivido?, seguramente si, aunque no estoy muy convencido de ello.
Lógicamente yo quiero hablar de aquel Trives cargado de vivencias y de entrañables nostalgias, y de aquellos que fueron mis años, años en los que desperté a la vida y que me han dejado recuerdos imborrables, recuerdos que de una forma sinóptica y abreviada hoy quiero traer a estas páginas como una evocación muy particular de todo aquello que me hizo sentir y captar de alguna forma el pulso de todo el pueblo. Las gentes con sus curiosas manías y singularidades, sus rincones y un escueto recordatorio de pequeñas cosas de las que fui testigo y de otras muchas que me contaron, sobre todo mi madre que con su prodigiosa memoria era como una especie de "cronista viviente" que a lo largo de los años me fue relatando amenamente hasta el más mínimo de los detalles, y que hoy los traigo aquí a modo de documento retrospectivo; cosas que fueron y que ya no son y costumbres o estilos de vida que posiblemente se hayan perdido para siempre, pero con la seguridad de que los que vivimos aquellos años difícilmente los podremos olvidar, y por eso hoy quiero relatar a mi manera, mi forma de ver o de imaginar las cosas y dejar al mismo tiempo constancia de aquel entonces.
Es cierto que ya nadie pasea ociosamente desde "Catalarrana" hasta el "Murallón", aquellos paseos son fotografías en color sepia que se agitan y bullen no sin cierta añoranza en el entramado complejo de mi mente. De aquel escenario han ido desapareciendo poco a poco figuras cuyo perfil formaron parte de un entrañable paisaje urbano, "El Malet" y "El Garrafonero", con sus dichos y sentencias, o las sotanas "embaberadas" de los Hermanos, y los inigualables sabores de los pasteles del "Luciano" o de las bicas de "las Farrapa". De "Silviano" me queda el recuerdo de sus interminables noches hasta que la aurora borraba el último de los luceros; y el "César o Seco" con su "copiña de herbas", así como la bonachona figura de "Basilio", ambos con sus guitarras en ristre que hacían vibrar con sonoridad antigua, al tiempo que trataban de transmitirnos sus conocimientos y habilidades, con escaso éxito, dada nuestra acentuada torpeza.
Y las galerías de Trives, con sus viejos esqueletos acristalados, hoy testigos mudos, pero antaño albergaron la voz y el sentir de la villa, y al mismo tiempo como no, el "cuchicheo" y a veces el "comadreo" de ociosas y pacientes amas de casa sentadas al amor del brasero encastrado en una vieja mesa camilla, y que de una forma un tanto jocosa, por aquello de pasar el rato, no dejaban "títere con cabeza"; de aquel tiempo me queda el recuerdo de algo que oí en la galería de mi casa, cuando alguien, no recuerdo exactamente quién, vió pasar al inefable Don Jesús de San Lorenzo, y ante el tratamiento deferencial de "Don" por parte de alguna tertuliana, "la Aurorita de Don Cesáreo", saltó como un resorte sentenciando sin el menor sonrojo, "de Don nada, ya que su hermano había estado de criado en casa de Poncio Pilatos"; ¡ahí queda eso!. No me digáis que no hay que tener un gran sentido del humor y una gran imaginación para improvisar con tanta celeridad, levantar un bulo semejante y quedarse tan campante como si nada hubiera pasado.
Y las "novenas de las ánimas", que a veces las amenizaba con sermones tremebundos algún barbudo capuchino, y las "Fiestas del Cristo y de la Dolorosa", que nos traían música en vivo con alegres pasacalles amenizados por una banda sabiamente dirigida por "el Costas", experto municipal, capaz de organizarlo todo calle por calle hasta la hora del concierto en la plaza del Pilón, y "las matanzas", con sus helados amaneceres que según los mayores eran los más adecuados para conservar la carne del cerdo que previamente se había sacrificado, y el "San Blas", con el chisporroteo de múltiples hogueras en las que se asaban sabrosísimos chorizos, y el "Señor Julio el Celador", que pasaba delante de la iglesia con su carro tirado por el "Morito", cuando todos iban a misa para escarnio de beatas y meapilas, y el "Fiscaiño", y el "Cabalar", y "la Ladera", donde aprendimos a nadar al estilo "rana", y la "Fuente de la Luguesa", que daba una agua fresquísima y además tenía salamandras, y el "Birimbao", con su oficio de tolerante carcelero que le daba la llave de la cárcel a los presos a condición de que no trasnocharan, y la "casa de la Meime", y la galería de la casa del "Señor Julio", donde a modo de casinillo se reunían por las tardes las mujeres y se entonaban canciones de la época al tiempo que se bordaban mantelerías y se remendaban o zurcían los desgastados pantalones de los niños, y "las Peinetonas", y "las Dalias", y la "Señora de Barbeirón", que visitaba frecuentemente a la Marquesa en un precioso tílburi tirado por un brioso caballo cuyo trote hacía las delicias de los niños, y "la Lucita del Casino", que nunca supe que relación había tenido con una casa de juego, y "Doña Lola de Quintán", con su glamuroso "lulú" que nos recordaba a las provocativas artistas de la Metro que aparecían en la pantalla siempre acompañadas por canes de raza similar, y "el Marelo", experto matarife del que todos requerían sus servicios el gran día de la matanza, y "el Gonio", con sus sermones veraniegos anticlericales, y "el Tatá", con su sempiterna e inacabada colección de sellos, y "el Sergí", que no pisaba raya por no pisar medalla, y "el Sebastián de Sanfiz", precursor de la moda holgada y los pantalones raídos, que hoy no tendría precio como modelo de casas de alta costura, y "el Caimán", y "el Jándalo", que competía en una expectante carrera hasta el Alto de Sas con su caballo contra el coche "Balilla" del Estampero, y "la Señora Anuncia", eterna y eficaz comadrona que nos trajo a casi todos al mundo, y "la Lupe" de la que decíamos que había nacido vieja, y "el Manuel" que contaba cuentos de miedo, y "O Xa Cheguei", con su coche mixto para personas y ganado, que llegaba cuando llegaba, y "el Sindo", que vestía a los santos con sus mejores galas para las procesiones del Cristo y de Semana Santa, y "Don Bonifacio", al que apodaban "O Garabullo", que cuando lo enterraron, el ataúd que lo trasladó al cementerio iba con la cabecera hacia adelante, como era preceptivo por su condición de cura, pero que a todos nos dejó un tanto sorprendidos por no "ir con los pies para adelante" como siempre se había dicho, y "la Viuda" que nos hizo descubrir nuevos sabores culinarios que ni Ferrán Adriá ha sido capaz de mejorar hasta el momento, y "el Fanguillas", y "el Pombeiras", y "la Lechería", donde el que más y el que menos perfeccionó el juego del futbolín, y "el Catalán", que hizo un arte en la recogida de las hojas de los árboles, ya que desperdicios y basura se generaba muy poca, y "el Leoncio de Barrio", que sabe Dios las cosechas que se habrá bebido, y "el Santiagón", que tampoco le iba a la zaga a la hora de trasegar aguardiente o lo que se terciara, y "la Luisita del Angel", eterna amiga y compañera de generación tras generación, y "la Borriqueira", de la que decíamos que hacía pócimas y brebajes invocando a no se que brujas y trasgos para conseguir maravillosos encantamientos, y "el Tapelo", con sus increíbles trolas, y "el Ganiñas de Mendoya", del que decían que había bajado al fondo del Caneiro sin mas ayuda que una cuerda de carro, y "Don Emiliano", que por pecadillos de nada nos garantizaba en tono amenazante y a perpetuidad las llamas del infierno, y "la Elena del Porro", con su gran chorro de voz que polarizaba la atención de todos en las procesiones al tiempo que movía artísticamente su gran papada, y su marido "el Julio del Porro", que con su enorme escapulario paseaba como un zascandil de un lado a otro en las procesiones pidiendo para el culto, y "Don Alfonso el médico", siempre portando una voluminosa cartera y una bondad infinita y que además nos curaba con cariñosas palmaditas, y "el Luisito Romero", que nadie sabrá a que renunció a cambio de una "Lube", y "Don Casto", al que siempre conocimos muy mayor, y "el Diablejo", y "el Roquiño" que se llamaba Rafael, y su hermano "el Levita", y "el Nogueira", y "el Chita de Barrio", con su hilarante y contagioso humor, y "la Maruja del Manú", y "el Bar Chicote", y "la Cocha Pla", y "el Píldoras", que rigió los destinos de la villa en una dilatada trayectoria municipal entre merienda y merienda y algún que otro bando, cumpliendo al mismo tiempo con sus deberes como mancebo de farmacia, y "el Orencio el carnicero", que piropeaba con cara de pillo a todas las mujeres que pasaban por su lado, y "la Fragua", donde observábamos absortos el arte de domeñar el hierro a manos del Señor Manuel, y "el Café Centro", y "el José María", y "el Héctor", santuarios del tute donde más de uno cantó las cuarenta con la sota y el caballo, y "el Eduardo", que al mismo tiempo que ejercía sus funciones de cartero, controlaba y proyectaba las películas del Cine Capitol, y "el Juan del Bombas", de mirada libidinosa e intenciones del mismo corte, y "la Anita", y sus caramelos con cromos de futbolistas, que nunca conseguías completar el álbum para que te dieran un balón de reglamento, y "la Maruja Parda", que tenía "cutis" como un personaje del Camino de Delibes, y "Doña Cecilia", que con su central eléctrica nos proporcionaba la luz siempre que las inclemencias del tiempo lo permitieran, y "Doña Camila", y "el Bravo", del que decían que había sido un virtuoso organista, y "el Arturo del Ronquita", peluquero de siempre, que se reía con un sonido similar al "tis-tis" de unas tijeras, y del que todos sufrimos más de un merecido trasquilón, y "el Pepiño del Tranquilo", que nos permitían subir al campanario y nos enseñaba a tocar a "muerto", y "el Sarabia", del que decían que se bañaba en el Pilón las heladas noches de invierno, y "el Tonino", siempre con su cigarrillo de "caldo" entre sus amarillentos dedos haciendo la ronda de chatos del país antes de comer y cenar, y "el Taboada", que según él se conocía al dedillo todas las calles de Madrid, y "el Manolo del José María", con su peluquín que incluso tenía caspa, y "el Hugueros", del que decían que dormía la siesta en una caja de muertos, y "el Colegio de los Hermanos", y "las Graduadas", y "el Muar", y "las Peñas de Rome", y "la curva del Argalleiro", y "el coche de línea", que nos traía novedosas noticias de lejos además de algún que otro viajante con sus voluminosas maletas; y mis amigos, todos mis amigos, ¡como los hecho de menos!. ¡Cuantos y cuantos recuerdos se agolpan en mi mente!.
Hoy, nuevas y estilizadas construcciones, fundamentalmente unifamiliares, salpican como si de un "nacimiento" se tratara, el dulce y amoroso paisaje de la comarca trivesa, y nos hablan del progreso y del avance de una región cuyos logros son sin duda alguna el producto del esfuerzo de sus gentes, y no precisamente de las administraciones comunitarias o nacionales, por mucho que quieran "apuntarse el tanto" en fechas electorales, cuando poco o casi nada han hecho por esta zona.
Hoy en Trives, y así lo afirman los que otrora fueron mis vecinos, "todo ha ido a mejor, que antes casi todo era miseria", para unos menos que para otros, claro. Ahora se fomentan como objetivos prioritarios los valores educativos, culturales, sanitarios y sobre todo una exquisita asistencia a los mayores, a los que nos dieron todo a cambio de nada, y ese estímulo nos viene dado por una mejor formación y una mayor libertad, lo que nos ha permitido alcanzar y disfrutar de una sociedad madura, capaz de sensibilizarse ante las necesidades y carencias de los demás, una sociedad que mira hacia el mañana con la esperanza de que sea mejor y más justo que el pasado. Todos hemos de felicitarnos, no unos mas que otros, si no todos igual, por haber alcanzado estas elevadas cotas de ciudadanía que ponen de manifiesto una vez más la enorme valía de sus gentes.
Y ahora cuando el limpio sol de esta extraordinaria comarca nos muestra su auténtica realidad, Puebla de Trives me ofrece de pronto un aspecto pausado y tranquilo, que camina despacio, incluso diría que parsimoniosamente, pero al mismo tiempo con firmeza en pos de consolidar unos éxitos sociales que son patrimonio de todos, y digo bien y repito, de todos, y aunque hayamos perdido aquel adjetivo de "villa de veraneantes", hoy en Trives veranean y viven establemente aquellos que un día se fueron allende sus fronteras en busca de un porvenir que aquí en aquellos años se nos ofrecía pobre y sin esperanza.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.

lunes, 26 de enero de 2009

DESDE TARRAGONA, POR EL MAESTRAZGO HASTA TERUEL. MIS VIAJES POR ESPAÑA.

Me pongo en ruta desde Perafort, pueblo en cuya comarca está enclavada la estación del AVE de Tarragona, en un ramal de la carretera que va desde la capital tarraconense a Valls, en dirección a Reus, industriosa ciudad y de muy buena gente, cuna del General Prim héroe de Castillejos lo que valió el título de Marqués de aquellas tierras africanas, Conde de Reus y Presidente del Gobierno de un importante período de la historia de España, de una España convulsionada y agitada del siglo XIX; allí me detengo a pasear por sus calles y plazas atestadas de gente laboriosa por donde hace ya unos cuantos años correteaba mi buen amigo Joaquín García, dando patadas a pelotas de todo tipo emulando a los míticos Basora, Kubala, Moreno y Manchón, extraordinarios jugadores del Barça, que en él prendieron su condición de "culé" irredento como no podría ser de otra forma, lo cual me parece muy bien y además en justicia por razones del corazón amén de otras varias, su afición futbolística tiene y debe mirar hacia Barcelona.Desde aquí, desde Reus tomo la dirección hacia Teruel, pasando por Mora de Ebro y Gandesa, lugares de triste recuerdo, donde tuvo lugar la brutal y a la vez famosa Batalla del Ebro, que de alguna forma decidió el curso de la Guerra Civil Española y donde el "general" se lució y puso en práctica todo su amplio repertorio bélico aprendido de sus múltiples experiencias africanistas y de los consejos del ejército nazi. Ya en tierras aragonesas hago un alto en el pueblo de Calaceite, municipio turolense de la comarca de Matarraña, una de las que configuran el Maestrazgo y que en su día fue un importante asentamiento árabe; merece la pena pasearse por su casco antiguo donde se puede admirar el edificio del Ayuntamiento del siglo XVII, la Iglesia parroquial de la Asunción de estilo barroco, la Cruz del Término de estilo gótico e importantes mansiones blasonadas como Casa Moix y Casa Maella, que nos hablan de un esplendor de antaño que casi sin darnos cuenta va desapareciendo en la negra espesura de un enrabietado progreso que a poco que nos descuidemos no dejará huella alguna de su glorioso pasado.


Presurosamente llego a Alcañiz y me sumerjo de lleno en su historia y en su artística arquitectura, donde el románico, el gótico y el mudéjar se conjugan a la perfección dando como resultado una ciudad en la que la magia y la más excelsa de las bellezas se han hecho realidad y han configurado una urbe de dimensiones extraordinarias. Repongo fuerzas con un suculento almuerzo en el restaurante del Parador de Turismo con platos típicos de la zona, buenos y sabrosos de verdad, y al mismo tiempo voy deleitándome con el marco incomparable de la fortaleza que en su día hollaron los caballeros de las Ordenes de Calatrava, Temple, Hospitalarios de San Juan y Montesa, en sus correrías contra las huestes sarracenas, en su afán liberador, que todavía no se que ideas de libertad argumentaron para tomar tal iniciativa, pero supongo que alguna tendrían. Aunque lo cierto es que no se que hubiese sido mejor, si dejar al pueblo bajo las ordenes de un emir ó califa por muy moros que fueran, que dicho sea de paso nos aportaron cultura y nos sacaron de la barbarie, o bajo el martillo de la cruel y despiadada Inquisición, vaya usted a saber.
Alcañiz es la capital de la comarca del Bajo Aragón, su castillo fue sede de la Encomienda mayor de la Orden de Calatrava. Su templo acogió en varias ocasiones a las Cortes de Aragón y del Parlamento de Alcañiz, previo al "Compromiso de Caspe" en el cual los reyes de Aragón y Valencia así como los condados catalanes, pactaron la sucesión del rey Martín I de Aragón, "el Humano" que no había dejado sucesor, lo que supuso la entronación de Fernando de Antequera de la familia Trastamara como rey de Aragón, introduciendo de este modo una dinastía castellana en Aragón, lo cual fue aceptado por los nobles, pero el pueblo nunca lo vió con buenos ojos, pero que iban hacer, aguantarse como han hecho siempre. El castellano desde ese momento pasó a ser la lengua de la corte, comenzando la decadencia del idioma aragonés hasta la casi total desaparición del mismo. Antes de salir de Alcañiz, desde la atalaya de su castillo me quedo durante un buen rato admirando y escudriñando el paisaje, la vega del río Guadalope que es una pincelada verde sobre la seca y árida tierra de este Aragón que ha escrito innumerables páginas de oro y de grandes gestas en la Historia de España.




Nuevamente en ruta, el paisaje sigue siendo de color pardo ocre, la tierra seca y de temperaturas extremas, allí en lontananza los indicadores de carretera me anuncian Calanda a escasos kilómetros, y casi sin darme cuenta llego a este pueblo famoso por su Semana Santa que está considerada de interés turístico nacional, el pueblo está situado en plena "Ruta del tambor y del bombo"; siendo famosa "La rompida de la hora", que desde las 12 de la mañana del Viernes Santo hasta las 2 de la tarde del Sábado Santo, 26 horas ininterrumpidamente, los "putuntunes" (soldados vestidos de romanos), tocan con todas sus fuerzas en señal de duelo por la muerte de Cristo los tambores, los cuales permanecerán debidamente guardados y mudos hasta el año siguiente.
Casi sin darme cuenta llego a Montalbán, pueblo cuyos orígenes se remonta a la época ibérica. Como dato curioso de Montalbán, tengo que decir que su nombre se cita en el Cantar del Mío Cid. Siguiendo la ruta, llego al pueblo de Alfambra, famoso por su producción de remolacha azucarera y en el cual podemos visitar un museo monográfico dedicado a este producto (MUREA), que casi con toda seguridad sea el único que existe en el mundo; por lo menos eso es lo que me han dicho en un bar del pueblo y de lo que se sienten muy orgullosos, y que no es para menos.




Voy dejando atrás algunos otros pueblos que con toda seguridad tienen algún interés turístico, de eso no me cabe la menor duda, pero el tiempo apremia, la noche se me hecha encima y tengo ganas de llegar a Teruel, para hacer buena y al mismo tiempo contrastar aquella máxima de que ¡¡TERUEL TAMBIEN EXISTE!!. ¡Vaya si existe, y extraordinaria que es esta ciudad!.
Teruel, llamada con justicia la "Capital del estilo mudéjar". Muchas son las cosas por las que Teruel es famosa, pero a nivel mundial si algo ha trascendido a los cuatro puntos cardinales es la historia o leyenda de "Los Amantes de Teruel", estatuas yacentes, obra del famoso escultor español Juan de Avalos, que representa a los jóvenes turolenses Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, cuya historia de amor dejó perfectamente reflejada el autor español Juan Eugenio de Harzenbusch en su famosa obra del mismo nombre.



Pasearse por la Plaza del Torico y sus alrededores, saborear y dar buena cuenta de unas magníficas tapas regadas con un buen vino me reconforta después de tantos kilómetros. Pese a la fría noche, porque en Teruel hace frío de verdad, bien abrigado, mi paseo por las calles de esta ciudad se prolonga hasta bien entrada la noche poniendo fin así a uno de mis viajes, cuya ruta recomiendo y de la que uno volverá realmente satisfecho por haberla hecho.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.