lunes, 30 de noviembre de 2009

MEDINA DEL CAMPO, URUEÑA, SAN CEBRIAN DE MAZOTE, Y LA MOTA DEL MARQUES. (MIS VIAJES POR ESPAÑA).

Lentamente, aunque sin pausa alguna, pero al mismo tiempo expectante, como se han de hacer este tipo de viajes, sobre todo cuando uno pretende visitar a lo largo y ancho de un solo día un número considerable de lugares cargados de historia y de belleza, lugares cuya existencia uno ha conocido a través de lo que ha leído o estudiado y sobre todo por el interés que a uno le ha despertado la ilusionante información que ha ido recibiendo de amigos que le han hablado de estas maravillas que por regla general tenemos a “tiro de piedra”, y pese a transitar con frecuencia por sus alrededores e incluso detenernos a menudo ante ellas, lamentablemente no hemos reparado en lo que hemos tenido delante de nuestras propias narices.
Empiezo diciendo que el viaje necesariamente se ha de hacer sin prisas y sobre todo de una forma expectante, y esto no lo digo por decir, sino por que con muchísima frecuencia uno pasa delante de un monumento extraordinario y si vas ensimismado en otras cosas rara vez reparas minimamente en él, algo muy frecuente que le puede suceder a cualquiera, a mi personalmente me ocurre muchísimas veces, de ahí que mi consejo para disfrutar plenamente de este tipo de viajes, uno se olvide por unas horas de sus cuitas y sus problemas y estimule el sentido de la curiosidad para captar todo aquello que los sentidos sean capaces de percibir y disfrutará plenamente de la jornada, se lo garantizo. Y a fe que si además uno es capaz de organizarse y con un mínimo de método el día puede dar mucho de si y ofrecernos sensaciones verdaderamente inolvidables. Mi preocupación no es didáctica, ni muchísimo menos, hasta ahí podría llegar, lo que realmente me ilusiona no es otra cosa que servir de recordatorio para todos aquellos que transiten por los lugares que yo he visitado y alertarles de lo que allí pueden ver y disfrutar en toda su plenitud; ese es realmente mi único interés.
Por la autopista A-6, dirección a La Coruña, aproximadamente a 150 kilómetros de Madrid, hago mi primer alto en el camino en la insigne y noble Medina del Campo. Un día de otoño soleado con una agradable temperatura que le invita a uno a pasearse por esta villa cargada de historia y en la actualidad muy dinámica y bulliciosa y con interesantes iniciativas y actividades que ponen de manifiesto su inquieto espíritu secular que la llevó siglos atrás a ser uno de los centros comerciales más importantes de España y de Europa.



Una Medina del Campo moderna rodea todo el casco antiguo a excepción del Castillo de la Mota que se yergue a las afueras de la villa, en todo lo alto de una atalaya dominando la amplia comarca como si de un expectante vigía se tratara. El castillo cuya construcción se inicia en el siglo XI, y que como fortaleza puede considerarse una de las mejores de su época, solamente el de Coca (Segovia) podría competir con este en lo que a su condición defensiva se refiere. Lo más significativo de este monumento es la Torre del Homenaje, cuadrada, de 13,5 metros de lado y con una altura de 38 metros, lo que le confiere un aspecto impresionante y al mismo tiempo aparentemente inexpugnable. El Patio de Armas con una interesante portada gótica mandada realizar por Beatriz Galindo, y que es copia de la que estaba en el Hospital de Madrid y que llevaba su nombre, y que fue instalada en este lugar por orden del Marqués de Lozoya. La Capilla de un estilo románico mudéjar restaurada recientemente, concretamente en la década de 1.970 por iniciativa del abad del Valle de los Caídos, Fray Justo Pérez de Urbel y lo cierto es que se hizo con gran sobriedad y guardando rigurosamente las líneas litúrgicas y simbólicas típicas de este tipo de templos. El Vestíbulo presenta como curiosidad la decoración hecha con una copia de la carta de Juan de la Cosa, que acompañó a Colón en el primer viaje como contramaestre y en el segundo viaje ya como cartógrafo, y que fue autor del primer mapamundi que mostraba los territorios descubiertos en tierras americanas.
La Plaza Mayor de Medina del Campo nos ofrece un monumento de lo más singular, el “monumento a la letra de cambio”, situado en una esquina de la misma y en el que una lápida reza así: “CORRIENDO LOS SIGLOS XV Y XVI QUE SEÑALAN EL APOGEO DE LAS CLASICAS FERIAS DE MEDINA DEL CAMPO, EN ESTE PARAJE DE LA PLAZA MAYOR INSTALABAN SUS BANCAS LOS CAMBISTAS-BANQUEROS DE ENTONCES. ABIERTOS AL AIRE DEL MUNDO, MEDINA FUE POR AQUELLAS CENTURIAS COMERCIALMENTE ECUMENICA Y LA LETRA DE CAMBIO CRISTALIZO AQUÍ EN SU FORMA DEFINITIVA”.

En la misma Plaza Mayor se encuentra la Colegiata de San Antolín, posiblemente el edificio histórico más importante de Medina del Campo, cuya construcción se inició en el siglo XVI y se terminó en el XVIII. La categoría de Colegiata le fue otorgada por el Papa a instancias de los Reyes Católicos, perdiendo este privilegio en el siglo XIX, desconozco el motivo.


Su estilo no guarda una unidad estilística ya que en él se entremezclan el gótico tardío y la explosión del Renacimiento en todas sus facetas y variantes. En la nave del Evangelio se pueden admirar distintas capillas con advocación a vírgenes y santos de muy bella factura. Con las bóvedas y columnas del templo merece la pena emplear un tiempo para deleitarse con lo espectacular y perfecto de su construcción. Otro detalle de interés en el atrio es el balcón de la Virgen del Populo.
También la Plaza Mayor el edificio del Ayuntamiento de Medina del Campo, construido en el siglo XVII y en cuya fachada se puede ver el escudo real y el timbre heráldico de la villa.
Igualmente en esta misma plaza, tiene su entrada el Palacio Real Testamentario de Isabel la Católica, un edificio que por sus características pone de manifiesto la sobriedad en la que vivía la reina Isabel. En la entrada una estatua en bronce de Isabel la Católica con un pié que dice: “El sueño de una reina”, el piso superior habilitado como museo en el que se pueden apreciar varias cosas, entre ellas la habitación con la cama, me imagino que supuestamente donde murió la reina Isabel, una sala con copia del testamento de la reina y otras dependencias más en las que se pueden ver los descubrimientos y varias cosas más de notable interés.




Encamino mis pasos hacia una de las villas que a mi personalmente más me gustan de toda España, Urueña, que aparte de su bella construcción y estructura el hecho de que sea considerada la más importante “villa del libro” que existe en nuestra patria y que aspira a conseguir a través de los libros un desarrollo turístico, algo que merece el reconocimiento a todos aquellos que han gestado este singular y noble proyecto. Urueña con sus calles y casas restauradas, algo que se ha hecho con exquisita profesionalidad, ha conseguido mantener su aspecto de ciudad medieval a pesar del incendio que sufrió a finales del siglo XIX y que destruyó prácticamente medio pueblo.
Conserva la mayor parte de la muralla y desde ella se aprecia una panorámica de la meseta castellana que justifica el famoso dicho, “ancha es Castilla”. Sus monumentos más importantes son la Iglesia de Santa María del Azogue, de estilo gótico-renacentista además de un intento incompleto en estilo barroco.

Fuera del casco amurallado, a escasamente 2 kilómetros antes de subir al pueblo, la Iglesia de Nuestra Señora de la Anunciada de estilo románico lombardo cuyo conjunto es de una armonía arquitectónica bellísima, aunque en el siglo XVIII se le añadió al ábside un camarín neoclásico que no deja de ser un “pegote”, aunque justo es decirlo el paso de los años con su inclemente pátina lo ha ambientado con el resto del edificio más o menos bien.




Las murallas que protegían la villa fueron construidas en los siglos XII y XIII, y se accedía a la misma por la Puerta del Azogue y el Arco de la Villa. Su conservación es muy buena. El castillo que está adosado a la misma muralla se encuentra bastante deteriorado aunque en su época de esplendor tuvo verdadera importancia como fortaleza que servía para proteger la frontera entre los reinos de Castilla y León. Pero lo que realmente me atrae de Urueña es el número de librerías que existen, creo que ninguna ciudad, villa o pueblo del mundo tiene tantas librerías por habitante como esta villa vallisoletana. Un lujo para los que viven aquí del que pueden presumir con todo orgullo. Pasearse por sus calles delicadamente restauradas que mantienen un sabor antiguo visitando sus librerías y el Museo del Libro, es una verdadera delicia. Me llamó la atención que el gentilicio de los oriundos de esta villa se les llame: “Carrasqueños”, no se la raíz ni el motivo, pero me enteraré.
Me dirijo desde Urueña a San Cebrián de Mazote con una fijación única y exclusiva, visitar la iglesia mozárabe del siglo X, que al igual que San Miguel de la Escalada fue construida por los monjes mozárabes que venían huyendo del Al-Andalus. Es una iglesia que ofrece todo tipo de comparaciones y similitudes, por ejemplo su planta es muy similar a la de Santiago de Peñalba en el Valle del Silencio en León y en ella también se pueden encontrar reminiscencias paleocristianas y visigodas, en fin todo un lujo para la vista y el descubrimiento de cosas magníficas. La restauración que se ha efectuado la han hecho francamente bien y además con sumo cuidado para que el templo no pierda esa sensación de sacralidad para lo que fue construido en su época. Los arcos de herradura descansan sobre columnas cuyos capiteles son muy variados en cuanto a la decoración, cabe incluso la posibilidad de que se hubiesen aprovechado de épocas anteriores, romanas o visigodas; aunque esto no puede asegurarse. Las entradas de la iglesia están situadas a ambos lados del transpeto que está techado con dos exedras cubiertas con bóvedas gallonadas. El ábside central en forma de herradura también está cubierto con una bóveda gallonada. Dentro de la iglesia se conserva parte de un relieve con dos personajes, que no sabría decir si en su día estuvo en esta iglesia ó fue traído posteriormente como un elemento decorativo. La verdad es que hay muchas cosas que ver y lo que si os aseguro es que la visita merece la pena. En mi caso concreto en las cuatro o cinco veces que he estado aquí, siempre me ha pasado lo mismo casi sin darme cuenta me entretuve por lo menos dos horas casi sin enterarme, mirando de un lado a otro, hacia atrás y hacia delante, arriba y abajo, con una ansiedad desmedida. Realmente esta iglesia tiene algo especial que lo retiene a uno, sin explicación de ningún tipo que justifique esta curiosa atracción que ejerce sobre el visitante. Pero existe, de verdad que existe.




Cierro mi viaje en esta ocasión visitando la Mota del Marqués, un pueblo singular cargado de historia y que no se por que extraña e inexplicable razón varios de sus monumentos más interesantes están total y absolutamente abandonados. El nombre del pueblo le viene dado por que a finales del siglo XVI Felipe II concede a Don Rodrigo de Ulloa el título de Marqués, con lo cual pasa a llamarse desde ese momento La Mota del Marqués, anteriormente se había llamado Santibáñez de Mota y posteriormente La Mota de Toro.


Sin duda alguna el monumento más emblemático del pueblo es la iglesia de San Martín, la cual está cerrada al culto desde hace varios años debido al deterioro y al riesgo que presentaba para los fieles asistir en ella a cualquier acto religioso, un verdadero peligro de accidente por posibles desprendimientos. El techado está arriostrado con cables y otros elementos para evitar su desmoronamiento. El ventanal de Coro está apuntalado ya que sino se habría caído hace tiempo. El órgano está totalmente destrozado y abandonado, posiblemente sea irrecuperable. Grietas por todas partes y abandono general que si no se le pone rápidamente remedio a la vuelta de muy poco tiempo todo se vendrá abajo; cosa que sería imperdonable que un monumento de esta categoría desapareciese por falta de recursos para su rehabilitación, cuando hay dinero para otro tipo de iniciativas pseudo culturales que no interesan absolutamente a nadie, bueno si a algunos “listos” que algo se llevarán de rositas entre las uñas, como siempre. Su trazado es gótico tardío del siglo XVI y una portada con influencias platerescas. En el interior había una imaginería de muy buena calidad, que no se si estará todavía o habrá pasado a manos de algún “mal llamado” anticuario que a lo único que se dedican a expoliar y a trapichear con todo aquello de dudosa procedencia. “La Dolorosa”, “La Virgen del Carmen”, un “Cristo Yacente” y un “Cristo de los Pobres” son las obras más significativas a las que me refiero. Otros monumentos singulares son: El Palacio de los Ulloa que hoy está ocupado por un colegio de religiosas, el Castillo en ruina total, la iglesia del Salvador lo mismo, la ermita del Cristo y la ermita de Nuestra Señora de los Castellanos que según datos fidedignos se construyó en los terrenos que un día albergaron un monasterio de la Orden de los Caballeros Teutones.
Siempre que de pasada uno circunvala La Mota del Marqués, su silueta nos ofrece el proceso de la transición que fue sufriendo el pueblo a lo largo de los siglos, en lo más alto las ruinas de lo que fue el castillo que como otros muchos se construyeron al inicio de la Reconquista y que dieron nombre a Castilla, un poco más abajo el esqueleto de lo que en su día fue la iglesia del Salvador y que hoy no es más que cuatro paredes destartaladas y una erguida espadaña que lucha denodadamente contra el tiempo resistiéndose a ser vencida por la acción demoledora de este, y ya abajo en pleno pueblo la esbeltez de la iglesia de San Martín que como ya he dicho antes solamente queda de ella eso, su impresionante aspecto de lo que un día fue uno de los templos más importantes de las tierras castellanas y que clama una urgente y rápida restauración.
El día llega a su fin, lamentablemente no da mas de si, dejo para otra ocasión lugares que por su importancia merecen todo un día dedicado a ellos, Tordesillas con su importante y dilatada historia, el Monasterio de la Santa Espina y multitud de pueblos de esta vieja Castilla que albergan tesoros monumentales de una belleza incomparable. Hago votos de promesa a mi mismo que en poco tiempo estaré de nuevo aquí trayendo a estas páginas las sensaciones de todo lo que vea y sienta por estos históricos pagos. Hasta pronto amigos.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA

jueves, 12 de noviembre de 2009

ALCALA DE HENARES. (MIS VIAJES POR ESPAÑA)

Un día de asueto, tranquilo y sin prisas en Alcalá de Henares es algo que ningún mortal con un mínimo de sensibilidad debiera perdérselo. Pasear por la ciudad saboreando todos y cada uno de los muchos rincones que te ofrece, es un auténtico lujo, un lujo verdaderamente extraordinario para todo aquel que viva en Madrid o este de paso en la "Villa y Corte". Aunque solo sea por la cercanía, me refiero a los que viven en la capital de España, y por la justa y merecida fama que tiene, uno no debe perder la oportunidad de acercarse a visitar tan magna y extraordinaria ciudad. El ejemplo nos lo dan aquellos que se desplazan desde los últimos confines del planeta para rendirle homenaje y ver con sus propios ojos el lugar donde nació Don Miguel de Cervantes Saavedra, al tiempo que se embriagan del arte y de la historia viva de una ciudad tan singular y bella como esta. Les aseguro que nadie se lamentará del desplazamiento. Me agradecerán la sugerencia, sin duda alguna.
La urbe como tal nace en el siglo I a. de C. y alcanza un notable esplendor desde el siglo III d. de C., manteniendo estable su fama hasta el final del Imperio Romano en el siglo V. La ciudad que aprovechó un asentamiento celtibérico en sus inicios toma entonces el nombre de "Complutum" el cual según se desprende de los yacimientos arqueológicos le viene dado por las ruinas de la Casa de Hippolytus que fue realmente una escuela, (schola), donde las clases pudientes llevaban a sus hijos para que recibieran una buena formación tanto cultural como lúdica y religiosa. Allí podemos decir que se forjó la Universidad de Alcalá de Henares. Aunque si ahondamos en terrenos de erudición, hay quién asegura que "Complutum" viene del verbo latino "compluere", que significa "confluir", o posiblemente del término "compluo", cuya traducción sería "confluencia de aguas", nombre en mi opinión muy apropiado ya que en Alcalá de Henares confluyen los ríos Henares, Torote y Camarmilla.
A principios del siglo V con las invasiones bárbaras y posteriormente con el asentamiento de los godos en la península ibérica, curiosamente la ciudad sufre muy pocas transformaciones, es más mantiene incluso el nombre de Complutum y son precisamente los visigodos los que mejor aprovechan sus estructuras como ciudad, su condición de centro escolástico y sus avanzadas vías de comunicación.
Con la llegada de los árabes en el siglo VIII, la ciudad toma el nombre de "al qalat", que significa "castillo sobre el río Henares", por eso en el escudo de la ciudad aparece un castillo sobre unas aguas que simulan al río Henares. Fundamentalmente al principio de la dominación musulmana es cuando Alcalá de Henares adquiere importancia estratégica como punto de vigilancia y defensa de las incursiones de los reinos cristianos del norte en su afán reconquistador, hasta el año 1.118 que es rendida la plaza ante las tropas del arzobispo de Toledo, Don Bernardo de Sedirac. A partir de ese momento Alcalá de Henares gozaría de importantes privilegios e incluso Feria, siendo habitada pacíficamente tanto por cristianos como por judíos y musulmanes.
Pero es a partir de finales del siglo XV, concretamente en el año 1.499 cuando el Cardenal Cisneros funda la Universidad convirtiéndola en uno de los centros académicos más importantes de España, alcanzando su mayor esplendor entre lo siglos XVI y XIX, hasta que en el año 1.836 es trasladada a Madrid cambiando su nombre por el de Universidad de Madrid, que con el paso del tiempo pasó a llamarse en la década de los setenta del siglo XX, "Universidad Complutense de Madrid". Por sus aulas pasaron los maestros y alumnos más ilustres del Siglo de Oro español, es decir que la Universidad alcalaína alcanza el mayor apogeo de la cultura española en el período comprendido entre el año 1.492 en que se publica la Gramática de Lebrija, hasta la muerte de Calderón de la Barca en 1.681; aunque es de justicia reconocer que Alcalá de Henares como centro universitario fue cuna de sabiduría tanto en el campo de las Ciencias como en el de las Letras, como prueban insignes personajes como: Lebrija, Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, San Juan de la Cruz, Jovellanos, el Cardenal Mazarino, San Ignacio de Loyola y un largo etcétera de muchos más que dejaron huella de su magisterio en las aulas y al mismo tiempo prestigiaron y dieron brillo a este centro docente hasta convertirlo en lo que fue, uno de los más importantes de su momento histórico.
Desde que se traspasa la Puerta de Madrid, que así se denomina un arco del siglo XVIII obra del arquitecto Antonio Juana Jordán, en mi opinión de muy escaso valor artístico y arquitectónico uno puede decir que ya está dentro de la ciudad de Alcalá de Henares, metido de lleno en el casco antiguo que tan gratas sorpresas encierra y que se muestra insultantemente abierto a los ojos del visitante.
Tomo la calle Cardenal Cisneros hasta la Plaza de los Santos Niños y aquí me encuentro con la Santa e Insigne Catedral Magistral de los Santos Justo y Pastor, la única iglesia en el mundo junto con la de San Pedro en Lovaina (Bélgica), que posee el título de Magistral, debido a que durante siglos todos los canónigos debían ser doctores en Teología e impartir clases en la Universidad. Buena medida esta, si señor, aparte de alabar a Dios impartir enseñanza, mejor nos hubiera ido a todos si la iglesia durante siglos hubiera adoptado esta postura y no se hubiera metido donde no la llaman.
La fachada occidental es de estilo gótico florido y la torre del más puro estilo renacentista, que sin lugar a dudas es lo más interesante que nos ofrece el exterior de esta catedral, aunque a fuer de ser justo y sincero, en mi opinión el exterior de este templo arquitectónicamente es un tanto anodino, y por mucho que el Cardenal Cisneros lo hubiese pretendido, que fue el que acometió con más interés la reconstrucción del mismo, no consiguió el objetivo de darle el énfasis y la prestancia artística que deseaba para él. El interior es un poco más interesante, aunque tampoco es nada del otro mundo. Planta de cruz latina con tres naves y girola.



Por la ejecución de las bóvedas y los soportes se puede apreciar el estilo gótico isabelino propio de la época, lo cual le dan un cierto empaque a todo el conjunto interior.




Entro en la Calle Mayor, una calle porticada llena de encanto y al llegar a la esquina de la calle Imagen, me encuentro con la que fue casa natal de Don Miguel de Cervantes hoy convertida en museo donde se pueden apreciar una de las mejores colecciones que se han editado de El Quijote.




Frente a la misma un monumento de Don Quijote y Sancho Panza sentados en un banco, invitan al visitante a acompañarles en su poética y literaria soledad. En la misma calle un poco más adelante a mano derecha, la Plaza de los Irlandeses, donde el Colegio que un día albergó a estudiantes de aquel país con el nombre de Colegio Menor San Patricio, hoy es un importante centro académico de intercambio estudiantil. La plaza es uno de los rincones más recoletos de Alcalá de Henares, donde se agradece y se disfruta de un descanso en las terrazas de bares y cafeterías que allí se han instalado y que no desentonan nada con el conjunto imperante. Lejos del ruidoso ajetreo de los coches, el ambiente en si obliga de alguna forma a no hacer ruido y a un silencio moderado, así como a mantener un gran respeto por el entorno que te rodea.
La Calle Mayor desemboca en la Plaza de Cervantes, que en su día se la conoció como la Plaza del Mercado, ya que en ella se celebraban todos los acontecimientos sociales y festivos de la ciudad.




Hoy esta plaza está ajardinada con buen gusto y en ella como monumentos más importantes destacan la escultura de Don Miguel de Cervantes y el esbelto Quiosco de la Música.
En esta plaza también se encuentra el Corral de Comedias, del que se dice que es el teatro más antiguo de Europa en funcionamiento. Fue restaurado gracias a la encomiable labor de Mercedes Higuera, Miguel Angel Coso y Juan Sanz, que en los años setenta y ochenta lucharon denodadamente para evitar que el local fuera derribado. Mi mejor recuerdo y mi particular agradecimiento para ellos así como para el arquitecto José María Pérez González que el fue el que llevó a cabo una restauración en la que se conjuga perfectamente la estética y el armonioso sabor de lo clásico con las enormes ventajas de la modernidad. ¡Un éxito total y en toda regla!.
Un poco más adelante está situado el edificio del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, de esbelta y graciosa arquitectura y poco más. Me hubiera gustado encontrar en él alguna singularidad, pero lo cierto es que por más que lo intenté no fui capaz de descubrir nada que me impresionara. Bueno pero tampoco está mal y lo que es mejor no desentona con el entorno, que no es poco.
Al otro lado de la Plaza de Cervantes, es interesante visitar la Capilla de Antezana y del Oidor, que se comunican a través de un arco mudéjar de bella factura, y enfrente totalmente separada, la Torre. Todo este conjunto monumental en su día formaron parte de la iglesia de Santa María la Mayor. Las dependencias se dividen en dos partes, en una se exponen los grabados de El Quijote y en la otra la pila bautismal en la que supuestamente fue bautizado Cervantes. Realmente no se de donde viene el nombre de "oidor", con el que se denomina la capilla, supongo que cuando visitas este lugar donde se proyecta y se narra la vida de Cervantes, uno es realmente un "oidor", que escucha con sumo interés todo lo que allí se dice sobre la historia del ilustre alcalaíno. Posiblemente exista otra teoría sobre el nombre de la capilla, pero la verdad es que yo la desconozco y por eso sugiero como válida la que anteriormente he expuesto. Hoy todo el conjunto está dedicado a Centro de Interpretación Los Universos de Cervantes. El lugar es de lo más interesante y está perfectamente atendido por un personal solicito que en todo momento te facilita y aclara cualquier duda sobre todo lo que allí se expone y explica.
Un paseo por la Calle de los Colegios en la que se pueden ver todavía restos de los 27 colegios de estudiantes que en su día tuvo Alcalá de Henares, unos todavía en funcionamiento, otros adaptados como dependencias universitarias, otros transformados en viviendas, alguno abandonado o desaparecido y uno de los más importantes como fue el de los Dominicos de Santo Tomás de Aquino transformado en centro hotelero de la red de Paradores Nacionales.
Me dirijo ahora a la Calle Libreros, que comienza en la Plaza de Cervantes donde acaba la Calle Mayor, y en el nº 11 de la misma, una placa conmemora la obra de Cervantes, La Galatea, que se editó en una imprenta que estuvo ubicada en este mismo lugar. Un poco más adelante, concretamente en el nº 23, el Instituto Cervantes, lo que antiguamente fue el Colegio del Rey y que hoy es una institución pública que tiene como misión fundamental la promoción y la enseñanza de la lengua española en el mundo.
He dejado para el final la visita a uno de los centros más importantes del mundo en lo que a la difusión de cultura y el conocimiento se refiere, la Universidad Complutense de Alcalá de Henares, una Universidad que desde su aprobación en el año 1.499 por una Bula del Papa Alejandro VI, a instancias del Cardenal Cisneros, abrió sus puertas como tal en el año 1.508 como un proyecto educativo extraordinariamente novedoso para aquella época, y que gracias a él se hizo posible nuestro Siglo de Oro.
Lo que antaño era el Colegio Mayor de San Ildefonso situado en la Plaza de San Diego, fue el origen de la Universidad alcalaína y es el principal edificio universitario donde se encuentra el Rectorado y el Paraninfo. La fachada es posiblemente una de las mejores obras del Renacimiento español, cuya autoría es de Rodrigo Gil de Hontañón, y el Paraninfo lugar de entrega de los Premios Cervantes anuales, son sin lugar a dudas lo más significativo de este extraordinario edificio, donde dejaron la impronta de su sabiduría Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina y San Juan de la Cruz, que iluminaron con sus plumas desde este centro el más importante y excelso elenco literario del universo.
En Alcalá de Henares nacieron muchos personajes ilustres, nombres insignes que jalonan la reputada historia de esta ciudad universitaria, sin duda una de las más emblemáticas y prestigiosas que ha difundido profusamente el conocimiento de las Ciencias y las Letras a los cuatro puntos cardinales del planeta. Se podría citar un número ingente, todos ellos merecedores de un respetuoso e inmortal recuerdo, pero solamente voy a citar cuatro oriundos y que en mi opinión han sido realmente trascendentales y famosos: Don Miguel de Cervantes, Juan Ruiz el Arcipreste de Hita, Manuel Azaña y Catalina de Aragón reina de Inglaterra, casada con el rey Enrique VIII.
Se que me han quedado muchas cosas por ver en Alcalá de Henares, ermitas, palacios, museos, conventos, colegios y un sinfín de rincones que solo ciudades como esta con tanta tradición universitaria te pueden ofrecer. Lo dejo premeditadamente para otra ocasión, lo cual me obligará con sumo gusto a pasearme de nuevo por sus calles cargadas de historia, historia viva de una ciudad pujante que brilla con luz propia y con un fulgor similar al de siglos atrás al instaurar el prestigioso Premio Cervantes de Literatura en lengua española que desde el año 1.976 se ha entregado ininterrumpidamente todos los 23 de Abril en el Paraninfo de la Universidad, por mediación de los Reyes de España, a todos aquellos que a propuesta de las Academias de la Lengua de habla hispánica se considere que hayan sido merecedores de él. Desde el primero en recibirlo en 1.976, Jorge Guillén, pasando por Roa Bastos, Gonzalo Torrente Ballester, Octavio Paz, José Luís Borges, Francisco Ayala, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Mario Vargas Llosa, Francisco Umbral, hasta el último Juan Marsé, un largo y brillante etcétera de insignes nombres de las letras han recibido este galardón, una distinción que hoy posiblemente sea la más importante que se entrega en el mundo como premio a la producción literaria en nuestro idioma.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.