martes, 6 de octubre de 2009

VALENCIA. MIS VIAJES POR ESPAÑA.

Por supuesto que Valencia es la tierra de las flores, de la luz y de muchísimas cosas mas. Valencia es cuna de civilizaciones, crisol de culturas y un verdadero santuario de la modernidad. No digo nada nuevo que no se sepa. Su milenaria trayectoria nos habla de sus virtudes, de unas virtudes que las pone diariamente de manifiesto y que las seguirá poniendo en el futuro, por que el futuro es suyo, por que lo reclama, por que siempre está en la cabeza de sus representantes pedir elevados niveles de exigencia que la pongan diariamente a prueba en su claro e incuestionable compromiso ante sus ciudadanos. Aparte de ser la tercera ciudad mas poblada de España, Valencia es además la ciudad que en los últimos años ha conseguido que en su metrópoli se disputen mas acontecimientos de repercusión mundial que en ninguna otra del mundo. La Copa de América de Vela y una prueba del Campeonato del Mundo de Fórmula Uno, son argumentos inequívocos de la constancia y el trabajo de sus gentes, que han querido que su ciudad albergue acontecimientos de tan importante trascendencia.
El pasado día 1 de Octubre del 2009, nos desplazamos a Valencia mi esposa y yo, con dos objetivos fundamentales, pasar unos días en compañía de nuestros amigos Marta y Ramón a los que se lo habíamos prometido y volver a disfrutar de nuevo de los importantes monumentos arquitectónicos que siempre han engalanado a esta bella ciudad. De paso descubrir y apreciar esa pujante y nueva arquitectura contemporánea de corte tan futurista, que le han dado a Valencia ese sello cualitativo que la distingue de las demás capitales españolas en lo que a estética urbanista se refiere y que sin duda alguna ha superado a cualquier otra ciudad ribereña del Mediterráneo.
Un hotel en el centro de la ciudad con "sabor", con ese sabor especial que tienen las cosas antiguas de gran calidad, que te dejan un gusto muy especial, ese tipo de hoteles que te da la impresión de que estas viviendo en otra época. Un entorno único y maravilloso que nos ofrecía como vista principal desde el balcón de la habitación la impresionante fachada barroca de lo que en su día fue el Palacio de los Marqueses de Dos Aguas y hoy convertido en Museo Nacional de la Cerámica, colmó todas nuestras expectativas como lugar de albergue.

Dejamos las maletas y aprovechamos el momento para visitar el Museo al que acabamos de hacer referencia, el cual sorprende hasta al mas insensible por la espectacularidad de su fachada barroca en alabastro y por el interior con la inigualable belleza de sus tres plantas; en la baja una exposición de carrozas y silla de mano, la primera compuesta por salones delicadamente decorados es estilo francés que van desde una sala chinesca, sala de baile, salón rojo y otros más con el mobiliario auténtico que utilizaron los marqueses y una segunda planta donde una amplísima colección de porcelanas correspondientes a varias culturas, con amplia explicación de las técnicas utilizadas en su fabricación abren la entrada de la primera sala, destacando una cocina estratégicamente montada con cerámicas valencianas de distintos siglos y unas magníficas piezas obra de Picasso donadas por el mismo a mediados del siglo XX al Sr. González Martí y por ende este al propio museo que lleva su nombre.
Ya de la mano de nuestros amigos, una visita a lo que fue en su día el cauce del río Turia, hoy convertido en una sucesión de maravillas arquitectónicas que van desde esbeltos e impactantes puentes a distintos edificios de corte modernista, obra en su mayoría del gran arquitecto e ingeniero valenciano Santiago Calatrava, Premio Príncipe de Asturias en 1999, tales como el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, Palacio de las Artes Reina Sofía y el Ágora, todos ellos dentro del complejo Ciudad de las Artes y las Ciencias, con esa iluminación estratégicamente situada que realzan mas si cabe todo el conjunto constructivo, puso fin al improvisado recorrido nocturno, cerrando como colofón la jornada con una cena en un restaurante sabiamente escogido por nuestros anfitriones, donde un maestro extremeño de la cocina, afincado en Valencia desde hace bastantes años nos hizo disfrutar de la exquisitez de sus especialidades. El tal maestro se llama Morgado y de cocina a fe que sabe lo suyo, os lo aseguro.

A las nueve de la mañana del día siguiente, me dirigí apresuradamente a la Catedral de Valencia, el hecho de hacerlo a esa hora fue por mi interés en asistir en la Capilla del Santo Cáliz a unos actos litúrgicos y una misa cantada por el Cabildo de Canónigos de gran recogimiento y espectacularidad frente al cáliz que muchos aseguran fue el que utilizó Jesucristo en la Última Cena después de sufrir mil vicisitudes, y que se haya expuesto en una urna de cristal dentro de una hornacina de la Capilla, todo ello enmarcado en un conjunto extraordinario donde el impresionante retablo sea posiblemente una de las obras mas perfectas del estilo gótico florido que existen. El resto de las capillas interiores de la Catedral, tanto a derecha como a izquierda así como en torno a la girola son en su totalidad de estilo neoclásico. El cimborrio con su espectacular altura de 40 metros es una excepcional obra cuyas vidrieras fueron sustituidas por alabastro en el siglo XVIII, que se puede admirar con detenimiento sentado en uno de los bancos frente al retablo del altar mayor.


El Miguelete (Micalet) de 50 metros de altura, campanario de la Catedral en estilo gótico levantino y en cuya cúpula se apunta una cierta influencia barroca, me asombra por su estética por muchas veces que lo vea. Es realmente maravilloso, no me extraña que los valencianos estén orgullosos de este bello edificio. Posiblemente el Micalet sea el monumento mas emblemático de todo Valencia y por el que los valencianos sienten una especial predilección. Su nombre le viene dado por la campana que fue bendecida el día 29 de Septiembre de 1418, día de San Miguel. Como era de rigor, accedí a la cima del Micalet a través de sus 207 escaleras, donde a partir de las cincuenta primeras me faltaba el resuello, pero mi interés por disfrutar del extraordinario panorama que divisa de la ciudad desde tan elevada torre, pudo mucho mas que mi agotamiento físico, así que a "trancas y barrancas" coroné lo más alto no sin poco esfuerzo. Pero mereció la pena.
Del exterior de la Catedral merece la pena destacar fundamentalmente sus tres puertas de entrada: 1) La entrada principal, una puerta de estilo barroco, llamada la “Puerta de los Hierros”. 2) La puerta románica, la más antigua de todas, de estilo románico, llamada la “Puerta de la Almoina”. 3) La puerta de estilo gótico, llamada “Puerta de los Apóstoles”, donde curiosamente todavía se reúne el milenario “Tribunal de las Aguas” , que juzga oralmente los pleitos que puedan surgir entre los huertanos de Valencia.
Mi visita a la Basílica de la Virgen de los Desamparados la hice mas por lo que simboliza para los valencianos que por el interés artístico que tiene para mi. En su interior pudo sentir como el fervor y el recogimiento de los numerosos fieles que había en aquel momento lo inundaba todo como si de algo mágico se tratara. La fe es inexplicable, pero tiene algo que los que carecen de ella difícilmente pueden entender.
A escasa distancia del Micalet, la torre de la iglesia de Santa Catalina, parece como si quisiera competir con aquella en esbeltez y en altura, y la verdad es que vista desde la calle de la Paz, tiene un gran empaque y aspecto magnífico. Como dato curioso diremos que esta torre fue levantada fue levantada con las donaciones de los feligreses de Valencia, como reza en la lápida que está en uno de los muros de la misma. Esta iglesia de Santa Catalina, debido a los numerosos incendios que sufrió a lo largo de los siglos, ha llegado a nuestros días con una mezcla de estilos que van desde el gótico levantino, el renacentista y el barroco de la fachada que da a la plaza de Lope de Vega.
Me habían hablado muchísimas veces de la singularidad del Mercado Central de Valencia, pero en mis visitas anteriores o no había tenido tiempo o había preferido ver otras cosas, en esta ocasión a indicación de nuestra amiga Marta que nos aseguró "que merecía la pena visitarlo", decidimos acercarnos hasta él, y la verdad es que no nos defraudó lo mas mínimo, es mas resultó ciertamente interesante ya que al margen de su singular construcción a base de hierro, cristal y cerámica, la cuidada exposición de frutas, verduras, pescados, carnes y todo tipo de viandas, consiguen con su múltiple colorido y su estratégica y variada colocación, dar la sensación de ser un auténtico mosaico multicolor obra de un gran artista. Según nos han dicho, este es el primero y único mercado del mundo en el que habiendo más de 400 comerciantes individuales, han conseguido una informatización conjunta y al mismo tiempo una distribución domiciliaria común.
La situación del Mercado Central al lado de la Lonja de la Seda y de la iglesia de los Santos Juanes, no desentona absolutamente nada, más bien todo lo contrario, su estilo modernista conjuga perfectamente con el clasicismo de los otros dos edificios.
La Lonja de la Seda es sin duda alguna la mas importante obra del gótico civil que yo conozco en España. Este joya de la arquitectura se divide en cuatro partes: La Torre en la que en su tiempo sirvió de calabozo para mercaderes poco honrados, la Sala del Consulado del Mar similar hoy en día a los tribunales mercantiles, el Patio de los Naranjos para descanso entre trato y trato y la Sala de Contratación o Columnario.

Con unas bóvedas de crucería y unas columnas helicoidales de enorme belleza, en la que se llevaban a cabo todo tipo de transacciones de mercaderías, cuando Valencia era uno de los puertos mas importantes de todo el Mediterráneo.
La iglesia de los Santos Juanes, en principio fue de estilo gótico, pero a causa de los incendios, (mira que había incendios en Valencia, y lo que les gusta el fuego a los valencianos), sufrió varias transformaciones hasta su aspecto definitivo de hoy, el barroco. Debido a las obras de restauración que se están llevando a cabo en estos momentos, nos fue imposible visitarla interiormente.
Han dado las dos de la tarde, el sol calienta con justicia, el cansancio empieza hacer mella en nosotros, así que una incontenible apetencia por un gratificante aperitivo a orillas de ese Mar Mediterráneo que este día nos deleita con una agradable y cálida brisa, se convierte en una fijación para todos. Marta y Ramón saben donde y como hacerlo, así que diligentemente nos dirigimos a un tranquilo restaurante situado en una de las muchas playas que salpican el litoral valenciano, y allí después de ese ansiado y estimulante aperitivo, el milagro se hizo realidad en forma de "paella", un manjar único, que solo aquellos que disfrutan de las esencias y virtudes de la buena cocina son capaces de descubrir donde moran estos "alquimistas" de los fogones que con su sabia habilidad llegan a conseguir hacer un arte con el arroz y el resto de aderezos y complementos. Cuchara de madera en mano, que según parece es lo típico y ortodoxo, regado con un excelente vino, entre todos dimos buena cuenta de tan suculento plato, eso si en honor a la verdad, yo hice los honores sin miramiento alguno y con verdadera glotonería, no dejando ni un solo grano del exquisito "socarrat". Inolvidable.
Una visita a La Albufera, importante Parque Natural al que en su día los árabes denominaron "El espejo del sol", y que durante muchos años fue la despensa del arroz que se consumía en España, era obligado recorrerla y máxime en esta ocasión que después de las fuertes lluvias de los días anteriores presentaba un aspecto bellísimo. Un mar interior de agua dulce cuya profundidad media no supera el metro en las zonas de mayor calado, y en el que un considerable número de hectáreas están dedicadas exclusivamente al cultivo del arroz, hacen que ese territorio este considerado como una de las zonas mas importantes de la Comunidad Valenciana en lo que a nivel económico se refiere. Además de su valor productivo, hoy La Albufera valenciana es uno de los lugares mas importantes de toda la península Ibérica en lo que al paso de aves migratorias se refiere, e igualmente una zona vital para la nidificación de un buen número de anátidas.
Un paseo por la ciudad vieja, mejor dicho antigua, por sus singulares calles peatonales, saboreando profundamente ese regusto que solo las urbes con buena solera pueden ofrecer, fuimos encaminando nuestros pasos hacia la Iglesia de San Juan de los Hospitalarios, un templo de estilo gótico primitivo del siglo XIII, de una sola nave con bóveda de cañón apuntada en la que cabe destacar unos frescos del siglo XIII y un calvario con tallas del siglo XII.
Descansamos y reponemos fuerzas en casa de Marta y Ramón, un acogedor ático situado en el corazón antiguo de la ciudad. Desde su terraza se puede ver y percibir un espectáculo grandioso, todas las cúpulas de las iglesias circundantes y al mismo tiempo oír el tañido nostálgico y serio de esas campanas que fueron fundidas siglos atrás y que solo ellas dirigidas por una oculta varita mágica, son capaces de armonizar sus sonidos como si de una remota sinfonía se tratara. Todo un espectáculo gratificante para la vista y el oído.
Una frugal cena en la zona moderna de la ciudad con charla de sobremesa hasta bien entrada la madrugada, hablando de lo "divino y de lo humano", puso fin a nuestra estancia en Valencia durante esa jornada. Al filo del nuevo día, de repente y por sorpresa una sutil humedad marina hizo su aparición dejándonos su heladora y traicionera brisa, lo cual nos obliga a recogernos apresuradamente. La etapa había llegado a su fin.
Por la mañana siguiente antes de dejar el hotel, nuevamente volvimos a pasearnos por los alrededores del mismo para embriagarnos de todo ese olor, esa brisa, ese mar y ese arte que ofrece sin tacañería alguna esta generosa ciudad. A mi mujer desde el primer momento en que entramos en Valencia le había parecido una ciudad con encanto, no tuvo que esforzarse mucho para convencerme de que así era, y los dos sin pensarlo ni preparación alguna nos pusimos a tararear, "... es la tierra de las flores, de la luz y del amor". Y también como decía al principio de muchísimas cosas más.
Nuestro último recuerdo a Marta y Ramón que fueron tan magníficos anfitriones y que con su cariño hicieron que nuestra estancia en esta tierra nos resultase efímera y al mismo tiempo extraordinariamente interesante. Gracias de todo corazón.
Se que muchas son las cosas que nos han quedado por ver, Valencia ofrece tanto al visitante que es difícil verlo todo en un par de días, pero también es cierto que el tiempo lo aprovechamos al máximo, gracias a lo bien que conocen nuestros amigos esos rincones que no vienen en ninguna guía turística, de otra forma hubiese sido imposible. El próximo viaje descubriremos otras novedades e igualmente volveremos a disfrutar de su monumental belleza. Seguro que si.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.