martes, 23 de junio de 2009

EL CAMINO DE SANTIAGO Y LAS CASTAÑAS.

Una senda secular con notable e importantísima connotación gallega, como es el Camino de Santiago; un fruto recio y típico de la Galicia del interior, fundamentalmente de las tierras lucenses y ourensanas, "la castaña", nos ofrece de la mano de los sabios de los fogones infinitas posibilidades culinarias que van desde el sofisticado "marrón glasé" a otras más populares pero no por ello menos exquisitas, tales como los "purgazos" (cocidas), los "bullotes" (asadas), las "pilongas" (secas) ó las naturales (sin tratamiento), que tanto unas como otras formaron parte de una cadena alimentaria que durante siglos fue fundamental en la subsistencia de un pueblo como el gallego, acosado no pocas veces por las crueles dentelladas del hambre.
Desde O Cebreiro a Santiago, el Camino discurre a la vera de frondosos castañales, que en el otoño liberan su fruto tardío del espinoso erizo que tan celosamente lo ha protegido de las duras inclemencias producidas por la lluvia, el calor y los fríos, que el extremado clima galaico nos depara a lo largo de las cuatro estaciones del año.
Y aunque apartado del Real Camino Francés, pero en las estribaciones del que viene de Portugal, a un paso de Ourense capital, en la carretera de Ponferrada, en Santabaya, Flavio, un italiano de pro, afincado desde hace varios años en esta amorosa y dulce Galicia ourensana, con su acreditado restaurante Galileo, es capaz de sorprendernos y al mismo tiempo ofrecernos todas las posibilidades gastronómicas que nos ofrece la castaña, un fruto que solo los magos restauradores como él, han adquirido la sabiduría necesaria que les ha permitido extraer todas las sabrosas posibilidades, laborando y experimentando en mágicas probetas a pié de fogón.
Y hoy podemos decir de alguna forma, que el Camino de Santiago y la castaña, han estado incardinados desde tiempo inmemorial y difícilmente uno y otra podrían ir por separado en su andadura por tierras gallegas.
Los millones de peregrinos que nos han precedido han cantado no pocas veces las excelencias de este fruto otoñal, y hoy cuando la tecnología nos habla de un futuro increíble, el peregrino en su andadura jacobea siempre buscará la gratificante sombra de un castaño y saboreará con fruición su fruto en cualquiera de las opciones que se le ofrece.
Desde aquí, desde mi humilde atalaya desde la que difundo mis opiniones, propongo que el próximo año 2.010, año santo jacobeo, quién proceda, en mi opinión la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia sería la más adecuada, convoque a modo de "juegos florales" un concurso en el que desde una libre participación, el que quiera pueda enviar en la modalidad que crea más conveniente; prosa, verso, cuento, investigación, etc., un trabajo relacionado directamente con las castañas y el Camino de Santiago. La idea ahí está, que alguien tome el testigo, le de forma y lo convoque, estoy convencido que la respuesta será masiva y despertará muchas e interesantes iniciativas literarias populares, que en definitiva es de lo que se trata.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA. na senda secular con notable e importantísima connotación gallega, como es el Camino de Santiago; un fruto recio y típico de la Galicia del interior, fundamentalmente de las tierras lucenses y ourensanas, "la castaña", nos ofrece de la mano de los sabios de los fogones infinitas posibilidades culinarias que van desde el sofisticado "marrón glasé" a otras más populares pero no por ello menos exquisitas, tales como los "purgazos" (cocidas), los "bullotes" (asadas), las "pilongas" (secas) ó las naturales (sin tratamiento), que tanto unas como otras formaron parte de una cadena alimentaria que durante siglos fué fundamental en la subsistencia de un pueblo como el gallego, acosado no pocas veces por las crueles dentelladas del hambre.
Desde O Cebreiro a Santiago, el Camino discurre a la vera de frondosos castañales, que en el otoño liberan su fruto tardío del espinoso erizo que tan celosamente lo ha protegido de las duras inclemencias producidas por la lluvia, el calor y los fríos, que el extremado clima galaico nos depara a lo largo de las cuatro estaciones del año.
Y aunque apartado del Real Camino Francés, pero en las estribaciones del que viene de Portugal, a un paso de Ourense capital, en la carretera de Ponferrada, en Santabaya, Flavio, un italiano de pro, afincado desde hace varios años en esta amorosa y dulce Galicia ourensana, con su acreditado restaurante Galileo, es capaz de sorprendernos y al mismo tiempo ofrecernos todas las posibilidades gastronómicas que nos ofrece la castaña, un fruto que solo los magos restauradores como él, han adquirido la sabiduría necesaria que les ha permitido extraer todas las sobrosas posibilidades, laborando y experimentando en mágicas probetas a pié de fogón.
Y hoy podemos decir de alguna forma, que el Camino de Santiago y la castaña, han estado incardinados desde tiempo inmemorial y dificilmente uno y otra podrían ir por separado en su andadura por tierras gallegas.
Los millones de peregrinos que nos han precedido han cantado no pocas veces las excelencias de este fruto otoñal, y hoy cuando la tecnología nos habla de un futuro increíble, el peregrino en su andadura jacobea siempre buscará la gratificante sombra de un castaño y saboreará con fruición su fruto en cualquiera de las opciones que se le ofrece.
Desde aquí, desde mi humilde atalaya desde la que difundo mis opiniones, propongo que el próximo año 2.010, año santo jacobeo, quién proceda, en mi opinión la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia sería la más adecuada, convoque a modo de "juegos florales" un concurso en el que desde una libre participación, el que quiera pueda enviar en la modalidad que crea más conveniente; prosa, verso, cuento, investigación, etc., un trabajo relacionado directamente con las castañas y el Camino de Santiago. La idea ahí está, que alguien tome el testigo, le de forma y lo convoque, estoy convencido que la respuesta será masiva y despertará muchas e interesantes iniciativas literarias populares, que en definitiva es de lo que se trata.
Por: Luis Yáñez Abelaira.

viernes, 19 de junio de 2009

A LA TIA FELISA

El 29 de Mayo del año 2009, en una iglesia sencilla, blanca y de estilo modernista del Badajoz que la vió nacer, Felisa García Mora, la tía Felisa, la bondadosa, la que todos sin excepción alguna hemos querido, nos ha dicho adiós, y lo ha hecho como los seres de corazón puro, de sentimientos nobles, de talante digno, en silencio, sin previo aviso, como los grandes, sin dar cuartos al pregonero, de puntillas, sin ocasionar molestias, como lo hacen aquellas personas que no han hecho otra cosa que consagrar su vida a hacer grata la existencia de los demás, que han derramado a corazón abierto ingentes dosis de generosidad y cariño sin pedir nada a cambio.

Incluso en los instantes cruciales que separan la vida de la muerte, ha sido fiel a su consecuente y limpia trayectoria que ha presidido todos y cada uno de los momentos de su existencia, de una existencia cuya vida ha estado jalonada de grandes virtudes que siempre la han adornado, la nobleza, la generosidad, la esplendidez, el denuedo, el desinterés y sobre todo la "bondad"; una bondad que ha sido su estandarte a lo largo de toda su vida, la seña de identidad que la ha caracterizado y que ha calado eterna y profundamente en el corazón de los que la hemos querido.
Es verdad que de los muertos siempre se habla bien, ó por lo menos se procura no hablar mal, pero de la tía Felisa, todos sin excepción alguna han hablado con deferencia y consideración, ella se hizo merecedora de todo y supo ganarse el respeto y la admiración de los que la conocieron, unos y otros glosaron sus virtudes mientras vivió, y en la hora de su adiós, nadie ha regateado ni una oración, ni una lágrima preñada de sentimiento en recuerdo de lo que fue, una gran mujer. ¡No podía ser de otra manera!.
Sus seres queridos, los más cercanos como el tío Gogui su esposo, sus hijos Felisina y Goguito, sus nietos, su yerno, su nuera, sus hermanos y todos nosotros, los que la hemos querido nos hemos quedado huérfanos de su cariño, doloridos por su pérdida; pero estoy seguro que allá donde esté, sea donde sea, nos tutelará y nos protegerá siempre, como a ella le gustaba hacerlo, y dejará caer cada mañana sobre nuestros corazones gotas de una inmensa ternura que tan generosamente supo repartir mientras estuvo entre nosotros.
Me gustaría esculpir con letras de oro en el firmamento, un eterno recordatorio, para que el sol del amanecer golpee secularmente contra él sus primeros rayos de luz y vida, evocándonos día tras día, el vacío de su ausencia y su recuerdo perpetuo e imperecedero, prueba inequívoca de que supo sembrar generosamente la simiente del cariño y recoger ahora desde la otra vida el fruto germinado y merecido de la correspondencia de todos los que tuvimos la inmensa satisfacción de quererla.
Allí donde los luceros se impregnan de luz, la han esperado prestos para acogerla entre sus brazos, su padres, su hermano Vicente y su hermana Filo, y algo tramarán entre todos para que a los suyos no les falte de nada, , los García Mora siempre fueron muy "enrreaores", y como además han sido buena gente, tienen alguna que otra ventaja para solicitar del Todopoderoso la prerrogativa que les permita desde la otra vida seguir repartiendo a manos llenas la bondad que todavía les ha quedado en el fondo de sus corazones.
Descansen en paz.
LUIS YAÑEZ ABELAIRTA, su sobrino.