martes, 17 de febrero de 2009

LA CARTA.

Surge la idea en el momento mas impensado, sin premeditación alguna. Revolotea en derredor como mariposa de primavera, muy difusa en el vuelo inicial, pero tomando forma y color para abigarrarse y apretujarse con claridad para que todos puedan ver cuanta belleza aletea y que conciencia de sentimientos alberga y transmite. Incierto destino, impreciso vuelo, cadencia de dudas.
Zumba y vuela trastornada como la abeja, persiguiendo la propia lujuria, el goce de succionar esencias escondidas al socaire de las corolas estimulantes. Realmente, el paso de las horas y los días, las vivencias, las inquietudes y recelos se encargan de ensalivar las glándulas del espíritu, almacenando bajo el cáliz anhelante y fértil las ansias naturales de buscar nuevas resoluciones; el regusto de saborear otras vidas, otros sueños, otras posibilidades incluso los más diversos pensamientos.
Desmayada sobre su propia esencia y vestida con los tules que le confieren la capacidad de volar, una simple hoja de papel, que busca afanosa su destino, el amigo, el amante, el interlocutor de otros días mejores y que hoy está ausente, alejado, distante, pero "no fuera", no para siempre; quizás me espere desesperadamente al cabo de esta misma calle, de este mismo corazón.
La carta busca "con necesidad angustiosa" al otro, al entrañable, puesto que a él va dirigida, con la esperanza, casi con certeza, de que él sabrá asimilarla. No es tan imposible que un espíritu limpio pueda leer a otro sus sentimientos y anhelos, sin trasfondo.
En esta de hoy decimos pocas cosas concretas. Tal vez, ninguna de un interés especial. Pero es una mas de las que por centenares, he enviado a mis "alter ego", a ti, a ellos y a todos a lo largo de unas cuantas decenas de años.
Y como hoy no tenía nada mejor que decirte, sino que "te quiero", abrevio mi mensaje apuntándote que tendría que volver la manía de la carta, la necesidad de comunicar al amigo a quien la vida absorbe y succiona, al que está lejos y sin embargo tan cerca, que el corazón del mundo late con el mío al unísono, pensando en ti y en tus afanes, y deseándote una primavera suave y gratificante, esto es, que deje en tu ánimo la huella sutil e iluminada de la mariposa y la prolífica trascendencia del vuelo atolondrado de la abeja, nunca estéril.
Mi afecto desde aquí, desde la entraña del más puro sentimiento.
Por: LUIS YAÑEZ ABELAIRA.

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